'Por una educación que nos enseñe a pensar no a obedecer'

domingo, 21 de abril de 2013


Estableciendo límites.
Vivimos en una sociedad en la que, por desgracia, muchas madres y padres todavía tienen miedo a establecer límites y marcar unas normas a sus hijos. Existen diversas razones por las que no lo hacen. Entre ellas destaca la de ‘gustar a sus hijos/as’ y por ello nunca les dicen que NO a nada. Otros porque actúan como colegas de sus hijos creyendo que así los van a querer más.
Se tiene que aprender a saber decir que NO a estos hijos/as sin ningún tipo de complejos. ¿Cómo puedes ser que haya niños que escuchen la palabra NO por primera vez cuando entran en la Escuela?


El 'NO' también les ayuda a crecer

Otro de los motivos por los que los padres no establecen límites es porque vivimos en una sociedad que prefiere los derechos a los deberes y eso está teniendo graves consecuencias en el terreno educativo tanto el ámbito familiar como en el escolar.

Pero, actualmente existe una palabra que todavía hoy causa mucho respeto y temor: disciplina. El simple hecho de mencionarla y querer que se aplique tanto en las familias como en las aulas nos ‘transporta’ a épocas pasadas de represión. Esto es un gran error que nos impide avanzar y evolucionar. El objetivo de la disciplina es, como bien dice Terry Brazelton "ayudar a su hijo a confiar en sus propias motivaciones, a controlar sus propios impulsos, sus emociones, a respetar las necesidades, sentimientos y derechos de los demás y a hacer lo que es correcto porque sí". Claro que a medida que el niño crece empieza a reconocer la necesidad de una disciplina y empieza a trabajar para adquirirla por sí mismo para pasar de la disciplina a la autodisciplina.


Por tanto,  ¿por qué resulta tan difícil imponer disciplina a los niños y menores de hoy en día? 


  • El niño es un bien escaso: tenemos la natalidad más baja de la historia.
  • El escaso tiempo de dedicación de los padres es canjeado por caprichos materiales.
  • Tienen un mayor contacto con los abuelos, personal doméstico y canguros, que acostumbran a ser más laxos y condescendientes.
  • Los padres son de mayor edad, porque se han casado más tarde y, en consecuencia, tienen un mayor poder adquisitivo, por lo cual pueden colmar todos los caprichos del hijo.
  • Abundan los padres separados, dotados de un sentimiento de culpa que les hace ceder ante cualquier demanda del hijo.

Es lógico que nos resulte difícil imponer disciplina. Tenemos que empezar a cambiar muchas cosas para poder conseguirlo.

 Como vemos tenemos un gran trabajo por delante tanto las familias como los docentes para educar en esta sociedad tan compleja pero que al mismo tiempo nos ofrece tantas posibilidades. Debemos aprovechar las herramientas que poseemos y trabajemos para conseguir una transformación social constituyendo una sociedad de personas maduras y equilibradas y no por adultos caprichosos y consentidos fruto de una educación permisiva.

“Es posible que la educación permisiva que se caracteriza fundamentalmente por la eliminación del concepto de deber, sea una de las raíces de la violencia en nuestra sociedad J.A.Marina

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